Con el descubrimiento de América se presentó otro posible tipo de liberación: el anuncio del Evangelio a los aborígenes americanos.
Comenzaba así otra hermosa misión. Los mercedarios llegaron al nuevo continente como obreros de primera hora. La conquista, como toda empresa humana, tuvo gruesas sombras, pero, en medio de ellas, brilló una luz, la de la fe humanizante y salvadora en Cristo y el amor a la Santísima Virgen que a nosotros llegó.
Así, aquí también comenzó a llamarse a María, Nuestra Señora de la Merced o las Mercedes que, en nuestro lenguaje más cotidiano, significa “de las Gracias”.
En esta tierra Argentina de promesa y gracia, las esclavitudes hoy continúan. Nuevas cadenas de muerte esclavizan a los hijos de Nuestra Señora Redentora de Cautivos: el egoísmo, la indiferencia, la sed compulsiva de placer, la droga o el alcohol, la corrupción, aferran a muchos jóvenes y adultos.
Y como los antiguos mercedarios, solo tenemos una cosa para poner a disposición de la Virgen, para que Ella realice su obra liberadora: nuestras vidas.